miércoles, 9 de septiembre de 2009

HEROES VERDADEROS

Los Griegos daban el nombre de Héroes a sus grandes hombres divinizados. En México, llamamos Héroes a quienes se distinguen por sus hechos extraordinarios y por su grandeza de alma mas allá del cumplimiento de su deber; a quienes sacrifican todo cuanto tienen y cuanto valen, incluso sus vidas al servicio de la Patria.

Ha sido nuestra patria cuna de verdaderos héroes. Héroes de verdad. No de los famosos héroes de las contiendas civiles durante las cuales, si bien, pueden registrarse casos de temeridad ilimitada, o de valor inaudito, no pueden llamarse, en estricta justicia, hechos heroicos en toda su grandeza.
Para comprender lo que es verdaderamente heroísmo es preciso admirar en toda su grandeza la gesta gloriosa realizada por los Niños Héroes de Chapultepec. Este episodio de la Historia de México ocurre en el año de 1846 siendo presidente de México Antonio López de Santa Anna, durante el cual ocurre la guerra de Estados Unidos contra México.
La guerra fue declarada por el presidente James Polk con fines expansionistas, ya que pretendían apoderarse de las provincias mexicanas de Alta California, Nuevo México y, en caso conveniente, de Chihuahua. Esta intervención por parte de Estados Unidos contó con varias campañas, una de ellas la de Veracruz-México. La batalla de Chapultepec pertenece a la última parte de esta campaña. El 13 de septiembre de 1847, las fuerzas norteamericanas decidieron tomar el castillo de Chapultepec, corazón de la Cuidad, donde se alojaba el Colegio Militar.
Desde su fundación en 1521 y a lo largo de toda su historia, la ciudad de México había padecido realmente poco ante movimientos de orden social; algunos motines, una que otra conspiración fracasada, escasos desórdenes populares, nada realmente grave. Ni siquiera la violencia desatada con la guerra de independencia atentó contra la ciudad capital; más habían padecido sus habitantes con epidemias u otros fenómenos naturales. Pero la guerra con Estados Unidos presentó una situación inédita en todos los ámbitos.
Al iniciar el conflicto, la situación interna de México era desastrosa: gobiernos inestables, la hacienda pública en quiebra, intentos separatistas de algunos estados de la federación, cacicazgos locales, levantamientos militares y sobre todo no existía una clara conciencia de unidad nacional. La ambición norteamericana encontró las condiciones propicias para iniciar una guerra y obtener como botín más de la mitad del territorio nacional. La resistencia fue escasa y donde la hubo, fue ineficaz. El ejército extranjero avanzó rápidamente y en muchos lugares no realizó un solo disparo; el caso más notorio fue el del general Scott que, siguiendo la ruta de Cortés, avanzó desde Veracruz y llegó a Puebla sin encontrar resistencia verdadera. La desunión en nuestro país era evidente (a veces parece que seguimos igual).
Cuando el ejército norteamericano, comandado en jefe por el General Winfield Scot, iniciaba el ataque al Castillo de Chapultepec el 13 de Septiembre de 1847, el General Monterde ordenó a los cadetes que abandonaran el Castillo, sede del colegio y que se reintegraran al seno de sus familias. Los cadetes rehusaron a abandonar el Castillo, recinto de su escuela, plenamente convencidos de que su determinación implicaba el sacrificio de sus vidas y permanecieron allí, imperturbables ante la muerte que avanzaba para escribir una de las páginas más gloriosas de nuestra historia. Por ello debemos considerar a estos pequeños soldados como los héroes más limpios, los más puros ejemplares de nuestra Patria.
Quiero destacar un hecho importante: aunque solo mencionamos entre los héroes a los cadetes que escribieron su gesto magnífico con el sacrificio de sus vidas, la verdad es que merecen cabalmente el calificativo de héroes todos cuantos estuvieron presentes, hayan resultado muertos, heridos o ilesos. En esta batalla, muchos más, que fueron hechos prisioneros por el enemigo.
La batalla en Chapultepec comenzó con un intenso bombardeo de artillería, ocasionando graves estragos al edificio y a la infantería que lo defendía, que poco pudo hacer ante el alcance de los cañones. La defensa de Chapultepec estuvo al mando del general Nicolás Bravo (aquel que rompió el sitio de Coscomatepec), quien disponía de 200 cadetes del Colegio Militar y 632 soldados del Batallón de San Blas, al mando del teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, además, Antonio López de Santa Anna llevó al pie del cerro a 450 hombres. Derrotado el batallón de San Blas, los norteamericanos atacaron por el poniente y el sur del Colegio Militar, donde fueron detenidos durante algunas horas por los cadetes; pero más tarde las divisiones de Quitman y Pillow lograron escalar el Castillo. En el interior del inmueble la lucha fue cuerpo a cuerpo; finalmente, la heroica resistencia de sus defensores cedió ante la superioridad numérica y material de los norteamericanos quienes tomaron el edificio e hicieron prisioneros al general Nicolás Bravo, Mariano Monterde (director del Colegio) y varios alumnos sobrevivientes.

De nuevo en nuestro conocido café en el centro de la ciudad, un grupo de parroquianos comentaban que, en nuestro país, nos hemos olvidado de enseñar a nuestros jóvenes el respeto y el amor por lo que significa “La Patria” pero mas grave es que producto de ello y por desconocimiento real de nuestra historia estamos dando pie a comenzar a perder nuestra identidad.

En estas fechas patrias es únicamente cuando recordamos el sacrificio (yo diría vil asesinato) de aquellos jóvenes, verdaderos héroes muertos en defensa del territorio nacional y el decir que no eran niños sino jóvenes, esto lejos de disminuirle virtud a su hazaña, la engrandece, ya que es más difícil el patriotismo en un adolescente que un niño, además de que a mayor edad hay mayor conciencia del peligro, y con ello mas merito en la heroicidad, hoy por ejemplo vemos como en los actos cívico escolares, los niños de primaria y secundaria se comportan con mayor orden disciplina y gallardía, que los de educación media superior y superior, pareciese que con la edad, se pierde el sentimiento patrio, y por otro lado vemos por el contrario, como hay muchos jóvenes de la misma edad que tuvieron los niños héroes al morir, que protagonizan actos vandálicos después de los eventos deportivos, o caen en drogadicción, alcoholismo y delincuencia. Si bien no podemos generalizar y sin duda hay muchos jóvenes mexicanos muy valiosos, debemos reflexionar en nuestro sistema educativo y en nuestros valores, ya que hace mas de 150 años se formaba a jóvenes como nuestros jóvenes cadetes que defendieron heroicamente el Castillo de Chapultepec, y hoy deformamos a muchos jóvenes que en esa edad propia para el heroísmo realizan actos contra si mismos y contra la sociedad.
Pero por otro lado al reiterar que no murieron sino que los asesinaron, es para señalar que no fueron simples suicidas como los que actualmente están de moda, sino que murieron en combate y fueron asesinados por quienes protagonizaban una injusta invasión. A riesgo de que me crean anti-yanki, hoy que las relaciones entre ambos países parecen ser menos tensas que en otros años, no hay que olvidar, pese a que hayan pasado mas de 150 años, que el imperialismo puede cambiar de formas pero no de propósitos, y que por ello no debemos en nuestras relaciones bilaterales e internacionales para ser mas generales, hacer nada que pueda afectar nuestra soberanía.
Hoy agradecidos con los Niños Héroes, los recordamos en las páginas de la historia y todos los mexicanos les cantamos a la Patria y a ellos en estas estrofas del himno nacional:


"Para ti las guirnaldas de oliva,
un recuerdo para ellos de gloria,
un laurel para ti de victoria
y un sepulcro para ellos de honor."

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